EL PEREGRINO

Con tres días de camino, y aunque su caminar era pausado, se encontraba cansado. Se estaba echando la noche encima, así que se dispuso a hacer una hoguera en el claro para reposar. Colocó unas piedras en círculo, recogió algo de leña, encendió la lumbre y calentó un poco de agua para prepararse una infusión con la que acompañar un poco de queso, pan y carne seca de la que llevaba en el zurrón. Tras llenar un poco el estomago, se arropó con la gruesa capa de lana que portaba y se recostó disponiéndose a dormir.

A media noche un leve cosquilleo en su rostro le despertó. Abrió los ojos y vio una dama frente a él mirándole fijamente mientras le acariciaba con sus finas y sedosas manos. El pálido rostro parecía brillar rodeado por sus negros y enredados cabellos. No salía de su sorpresa, pero más perplejo quedó cuando ella se acercó lentamente hacia sus labios regalándole un beso. Seguido del beso, la doncella recostó su desnudo cuerpo sobre el incrédulo y paralizado caminante. Le soltó los nudos de su blusón dejando su pecho al descubierto. Sus manos descendieron poco a poco desde su cara hacia su torso, de igual manera que descendió su boca. Y él seguía sin distinguir si estaba soñando o en estado de vigilia. Cuando acabó de despojarle de sus vestimentas, apoyó sus palmas sobre los hombros y se colocó en cuclillas, poco a poco, de manera sosegada…y agarró un mechón de su pelo mientras no dejaba de clavar sus ojos, de sostenerle la mirada, como si llevara unas riendas dirigiendo trote o galope.

Llegó el alba, y el sol empezaba a despuntar por entre las hojas de los árboles. Abrió los ojos y de un respingo se incorporó. Miró a su alrededor. Nada…Nadie. Unos instantes de perplejidad hasta que, al fin, decidió recoger sus escasos enseres. Apagó los últimos rescoldos de la fogata con un poco del agua que quedaba en la pequeña cazuelilla y se dispuso a proseguir su andadura.

Llevando unas dos horas de camino, le sobresaltó un ligero ruido entre la maleza e instintivamente extrajo la daga de su cinto colocándose en posición de guardia. De entre los arbustos emergió una blanca loba que, lejos de mostrarse amenazante, se mantuvo quieta y calmada. Y vio sus ojos mientras la loba le clavaba su mirada…sosteniéndosela. El animal dio media vuelta, giró la cabeza, volvió por última vez su cabeza y avanzó desapareciendo entre la arboleda…